Fe e ideología política: ¿Son compatibles?
No. A diferencia de la fe, la política es un asunto exclusivamente mundano. Las personas de fe no podemos centrarnos exclusivamente en asuntos mundanos. Pero tampoco hay que ser indiferentes. Si bien la gran guerra que libramos las
personas de fe no se lleva a cabo en el terreno político, tampoco vivimos en un
mundo libre de influencias y conflictos políticos. Por lo tanto, las personas
de fe debemos tener bien clara nuestra postura política.
Para ello, tenemos que tomar en cuenta tanto ciertos asuntos prácticos como
nuestros principios.
Por un lado, si bien no existe, ni lo creo coherente, un “partido de la
fe”, si debemos tener bien claro, en primer lugar, que hay partidos que se
hacen pasan por cristianos, etc. sin que sus miembros tengan fe. Es contradictorio.
En segundo lugar, hay partidos políticos e ideologías que son manifiestamente
ateos, es decir, que niegan o se oponen a El Creador, p.ej. el marxismo con su materialismo
y su máxima “La religión es el opio de los pueblos”. Dicho esto, entre lo
incompatible con la fe tenemos al marxismo (comunismo, socialismo, etc.). En
tercer lugar, hay gobiernos tiránicos, dictatoriales y violentamente
hegemónicos: las personas de fe no podemos apoyar ni justificar el dolor de los
pueblos para que una parcialidad disfrute de privilegios ilegítimos. En cuarto
lugar, las personas de fe somos creacionistas, nos maravillamos con la creación
y tratamos de respetarla en lo legítimamente posible. Por ello, no podemos
apoyar posturas devastadoras del medio ambiente (p.ej. minería de mediana a
gran escala, ensayos atómicos, etc.) o la crueldad animal (p.ej. sacrificios
dolorosos de animales para la alimentación, sacrificios “religiosos” de
animales, corridas y coleo de toros, peleas de gallos, etc.). En quinto lugar,
las personas de fe no podemos apoyar las posturas que promueven o defienden la
homosexualidad, los cambios de género, los abortos ilegítimos, el consumo de
drogas recreativas, la explotación ilegítima -forzada- del hombre por el
hombre, la pena capital, el terrorismo o el genocidio.
Por otro lado, las personas de fe defendemos valores humanos universales
que promueven el bienestar material y espiritual del ser humano conjuntamente.
No lo uno o lo otro, sino lo uno y lo otro. No hacerlo así, sería
dejarle libre el terreno al mal para que haga y deshaga.
Sin embargo, no hay sistema, nación, estado o ideología que haya satisfecho
esa comunidad de valores, por lo que nosotros, las personas de fe, al parecer
debemos ser permanentes promotores y, dado el caso, opositores vigilantes del cumplimiento de dichos
valores universales. Sí, las personas de fe somos críticos permanentes,
vigilantes permanentes, modeladores permanentes; sin sabotear, pero tampoco
prestándonos al mal; sin aspiraciones políticas ilegítimas, siempre del lado
del tiranizado, del legítimamente sufrido.
En definitiva, reconozco que la postura de las personas de fe es una
postura muy incómoda, y en ciertos sistemas y regímenes, dificilísima, pero es
la legítima: para ello también estamos aquí en este mundo, para promover, además
de dar el ejemplo, una legítima felicidad hoy, mañana y siempre.
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